A continuación les relatare el inicio de una gran historia familiar.
Para empezar habría que regresar en el tiempo unos años atrás; pero,
primero lo primero. Me llamo Saúl, actualmente tengo 20 años de edad y
vivo en una urbanización de la Gran Caracas, o como muchos le llamarían
“el este del este”. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 16 años y
poco después mi madre conoció a otro hombre y no paso mucho tiempo para
que decidieran mudarse juntos.
Aquel hombre, al que por seguridad llamare “Abraham” no llegaba a los
40 años para entonces. Un hombre blanco, pecoso de ojos cafés y cuerpo
muy bien preservado para su edad. No venía solo, el paquete venía con su
hijo mayor, producto de un divorcio. “Luis”, de unos 26 años, muy
similar físicamente a su padre, blanquito, cabello rubio oscuro, ojos
marrones muy claros, cabello un poco largo y desaliñado, su cuerpo
delgado pero mucho menos tonificado que el de su padre.
Así fue como nos mudamos a su casa, de dos pisos mucho más grande que
mi casa anterior. Y todo iba a la perfección, la familia se acopló con
bastante facilidad. Pasaron los meses y ya todos conocíamos la rutina
del otro, yo, por lo general era el primero en llegar, porque salía de
clases antes de las 2 y cuando llegaba a casa Luis probablemente estaría
practicando futbol y nuestros padres trabajando.
Para hablarles un poco más de mi soy una persona muy activa
sexualmente, es decir, ando todo el tiempo con un queso a millón, por
decirlo coloquialmente, pero por falta de compañía tengo escondidos uno
que otro juguete sexual en mi habitación. Anillos, dos dildos de
diferentes grosores y soy amante de los suspensorios. Una tarde, ya
tenía 18 años y pico, me encontraba para variar muy caliente en la casa,
así que me desnude me puse uno de mis suspensorios preferidos y me tire
en la cama para satisfacerme por mi mismo.
Masturbarte tu mismo, evidentemente, no es igual a sentir la piel de
alguien más haciéndote suyo. Pero es lo que toca muchas veces. Tenía
rato ya metiendo aquel dildo bastante lubricado en mi culo, lo metía y
sacaba con bastante facilidad debido a que ya estaba acostumbrado a
tenerlo dentro de mí. Suelo hacerlo con los ojos cerrados para poder
imaginarme chamos de la universidad o incluso recordar a alguno de mis
ex, empezaba a darme cada vez más duro cuando escuche una voz:
-¡Quieres ayuda con eso?
Abrí los ojos de golpe y ahí estaba él, Luis estaba recostado en el
umbral de la puerta, sin camisa, con su cuerpo bañado en sudor viéndome
fijamente. Su rostro no registraba ninguna señal de asco hacia mi, todo
lo contrario se veía muy relajado y al detallas más a fondo pude notar
que su paquete estaba un poco erecto. Primera vez que lo veía de esta
manera, obviamente es un chamo muy atractivo; pero, nunca lo había
imaginado como algo más que un miembro de la familia.
Me encontraba estático, no sabía como reaccionar ante aquella
situación, como había soltado el dildo este se salió de mi interior y él
con una sonrisa en el rostro respondió su pregunta.
-Bueno, el que calla otorga. Como no negaste te voy a ayudar.
Ingreso a la habitación y tomo el dildo con una mano, me miro a los
ojos y dijo -¿Puedo?-. Yo sin decir palabra alguna asentí con la mirada,
y así fue como él empezó a introducir aquel juguete dentro de mi culo.
Nunca había probado mis juguetes con alguien más, pero ver a mi
hermanastro metiéndolo viciosamente y sacándolo para ver como mi
esfínter quedaba abierto me puso a mil, mi pene estaba más erecto que
nunca y era evidente. Pocos segundos después me encontraba sumergido en
un estado hipnótico, meneaba mis caderas casi por instinto, sin duda
alguna que alguien hiciera ese trabajo por mi era mil veces mejor a
darme yo mismo.
Al abrir los ojos pude ver que Luis ya no traía los shorts puestos,
estaba tan concentrado en el placer que me estaba produciendo que no
note cuando mi hermanastro se había quitado la ropa. Paro y me dijo:
-¿Qué tal si ahora me ayudas tu con esto?-. Dijo señalando su güevo
erecto, en todo su esplendor. Debía rozar los 19cms, blanquito con una
cabeza grande y rosada, tenía muchas venas, lo cual me vuelve loco, pero
lo que también me gustaba era su grosor. Mucho más grueso que el
promedio.
Se sentó en la cama y no dude en abalanzarme sobre su pedazo de
carne, me lo metía completo a la boca, a pesar de que me costaba mucho
pero era algo que me encantaba y sabía, por experiencia propia, que a
todos los hombres nos encanta ver como se atragantan mamando nuestra
herramienta.
Al parecer a mi hermano le gustaba mucho porque relajaba sus caderas y
abría más las piernas, no dude en meterme a la boca sus bolas y
masturbarlo a la vez, lo cual le gustaba porque logré robarle uno que
otro suspiro. Olía a sudor, a macho en todo el significado de la
palabra.
Ahí me encontraba yo, comiéndome el trozo de mi hermanastro,
embriagándome de su olor y necesitado de que me hiciera suyo. Como me
encontraba en cuatro mamandosélo, estiro un poco su mano y empezó a
jugar con mi culito. Que estuviera tan dilatado parecía excitarlo mucho.
Solté su güevo y por primera vez desde que llegó hable –Cógeme por
favor-. Sus ojos se iluminaron y volvió a sonreír. Nunca me había
percatado de la perfección de su sonrisa.
Sin decir más se ubico detrás de mi y se agacho para dar un beso a mi
culo, breve, escupió abundante saliva y comenzó a meter su pene dentro
de mi. Más allá del grosor de su herramienta, su cabeza era aun más
grande, costo un poco pero al sentir que entraba hacia mí tomé todo el
aire que pude y empuje mis nalgas hacia atrás, hasta que pude sentir sus
escasos vellos recortados en mis nalgas, un grito salió de mi boca y me
mantuve quieto unos segundos para que pasara el dolor producido por mi
acción.
Ya me traía loco, aquel pedazo de carne dura dentro de mi era una de
las mejores sensaciones que había sentido en mi vida. El inicio las
embestidas, lentamente para no lastimarme, pero a medida que pasaba el
tiempo iba incrementando el ritmo hasta que estaba reventándome el culo.
Paro y me lo saco de golpe, me giro y, ya estando yo boca arriba,
volvió a meterla de golpe dentro de mí. Suspire y gemí de placer. Ahora
podía contemplar su rostro, sus gotas de sudor caían sobre mí. Me lo
metía hasta el fondo y sacaba de una vez. Cosa que me estaba excitando a
más no poder.
No se cuanto tiempo teníamos teniendo sexo, pero mientras me cogía
acabe sin tocarme. Cuando vio lo que me pasaba su cara cambio, estaba
más excitado y lo saco y acabo sobre mi pecho. Luego se tiro sobre mi, y
duramos unos minutos acostados, siendo uno, hasta que vio el reloj, se
levantó sin decir palabra alguna y salió de la habitación sin decir
palabra alguna.
Espero que les haya gustado, no es la última así que estén al tanto de como fue evolucionando esta historia familiar.
Recuerden que por cuestiones de seguridad los nombres han sido cambiados.
Nos vemos pronto. Saúl.
lunes, 6 de julio de 2015
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MorboVenezolano: Historia Familiar
A continuación les relatare el inicio de una gran historia familiar. Para empezar habría que regresar en el tiempo unos años atrás; pero, ...
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